domingo, 3 de diciembre de 2023


 Era un día como otro para ella, una adolescente más entre las muchas jovencitas que había en el pueblo. A primera vista no era diferente de ninguna de ellas. Empleaba su tiempo en aprender a dirigir una casa, puesto que sus padres ya la habían comprometido con un buen hombre y seguramente pronto llegaría la fecha de su boda con él.

Pero aquel día quedaría impreso en el corazón de María como el día más especial de su existencia.

Como toda joven judía María había sido enseñada por sus padres acerca de la promesa de un Salvador para el mundo. Y ese Salvador vendría a través de una mujer, es decir, sería nacido de mujer. Por tanto, todas las jóvenes de Israel a través de los tiempos soñaban con ser las elegidas para traer al Salvador al mundo.

María estaba en sus faenas diarias, quizás pensando en esto mismo, cuando una luz cegó sus ojos y delante de ella apareció un ser alucinante, no de este mundo. Por supuesto, María ante esa visión tuvo miedo, pero el ángel le dijo, (porque era el ángel Gabriel enviado por Dios a ella) no tengas miedo María, al contrario, has sido la elegida por Dios para llevar en tu vientre al Salvador.

María estaba conmocionada, ¿cómo iba a ser eso posible si aún no se había casado con José?

Pero, para Dios no hay nada imposible, el ángel le contestó que el Espíritu Santo la cubriría con Su sombra y así nacería el Hijo de Dios, el Mesías, Enmanuel, Jesús, el Salvador del mundo.

María contestó sí a Dios, ella por fe se puso a disposición de Dios, pues se consideraba su esclava y Dios la usó de una manera maravillosa.

¡Cuánto me gustaría tener la fe que tuvo María! una joven sencilla, humilde, pero que amaba a Dios con todo su corazón y estuvo dispuesta a sufrir el escarnio de la humillación de sus vecinos por quedar embarazada antes de casarse y aún más, del desprecio de su prometido. 

Pero Dios dispone todas las cosas bajo Su voluntad y José un hombre que también amaba a Dios con todo su corazón aceptó a María, pues el mismo ángel Gabriel se apareció a él para darle la noticia.

Por el amor que profesaban ambos en su corazón a Dios, tanto José como María pudieron creer que su hijo Jesús sería el Salvador del mundo, que nos libraría de nuestros pecados. María así lo reconoce en su Magnificat en Lucas 2, ella reconoce a Jesús como su Salvador.

Si tú aún no has reconocido a Jesús, el Hijo de Dios como tu Salvador, ¿a qué esperas? No dejes pasar más tiempo para decirle Sí a Dios.

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