miércoles, 31 de enero de 2024

 

Sara y Ana estaban en una cafetería charlando sobre los temas del día, amnistía, la quema de camiones en Francia, las guerras de África de las cuales ya no se habla, pero que siguen cobrándose muertos, del derroche de la sociedad occidental mientras que el resto del mundo se muere de hambre o no tiene acceso al agua potable, en fin, esa serie de temas que cualquiera de nosotros tiene conocimiento, pero no control. 

Ana preguntó a Sara:  ¿Por qué sigues creyendo en Dios frente a todo el sufrimiento del mundo?

Sara se le quedó mirando y le preguntó a su vez: ¿En qué crees tú?

Bueno -contestó Ana- no lo tengo muy claro, creo que por inercia he heredado la religión de mis padres, ya sabes, vas a la iglesia en días concretos del año, o para celebraciones familiares y hasta otra.

¿Y eso te llena?, quiero decir -preguntó Sara- ¿de qué te sirve la religión? ¿Piensas alguna vez en Dios? ¿Tu religión te ayuda en tu vida diaria?

La religión no tiene por qué influir en mí, simplemente es observar unos ritos, no tiene nada que ver con mi vida personal -contestó Ana-. Dios está allí arriba en el cielo, pero no interactúa con nosotros.

¿Eso es lo que crees? -le preguntó Sara- entonces, ¿por qué vas a las procesiones de Semana Santa?

¿Qué significan para ti? ¿Por qué hiciste la comunión? 

Bueno -contestó Ana- la comunión la hice por mis padres, porque era importante para ellos seguir la norma familiar y la Semana Santa, pues, es una tradición arraigada en nuestra cultura y por eso voy, no hay nada más allá.

En cierto modo, llevas razón Ana, -dijo Sara- coincido contigo en que la religión no te da nada más que una serie de ritos que cumples en días concretos. Precisamente porque son ritos, no incluyes a Dios en ellos. Pero, quiero contestar tu pregunta de por qué sigo creyendo en Dios a estas alturas de mi vida, y la respuesta es muy sencilla Ana. Yo no tengo una religión, yo tengo una relación con Dios y eso marca la diferencia.

¿Desde cuándo nos conocemos Ana?

Uffff, hace una pila de años -respondió Ana- ¿desde Infantil......?

Pues sí creo que desde entonces -asintió Sara- y en todos estos años no hemos dejado de comunicarnos, aún estando tú en Madrid y yo en Logroño. Hemos hecho lo posible por vernos en vacaciones en el pueblo, nos hemos visitado en nuestras respectivas localidades, seguimos pendientes de las familias y hemos acudido a algunas bodas y funerales juntas. ¿Crees que nos conocemos bien?

Pues claro, hija -subrayó Ana- hemos estado pendientes siempre una de la otra, tenemos una buena relación de amistad, pero ¿qué tiene que ver esto con Dios?

Pues que es lo mismo, Ana ¿no lo ves? -le dijo Sara- nosotras recibimos ayuda una de la otra, nos gusta estar juntas, reírnos, llorar, incluso más de una vez reñir, pero siempre hemos mantenido la relación en pie, y nos conocemos muy bien, pues mi relación con Dios es lo mismo. 

Hace años yo me dí cuenta de que no podía salvarme a mí misma. La maldad que había en mí me obstaculizaba conocer a Dios, como Él quiere ser conocido, así que, sabiendo que Jesús murió por mi pecado en la cruz para darme la salvación y poder conocerlo, tomé la decisión de pedirle que tomase el control de mi vida y desde entonces mantengo una relación diaria con Él que me ayuda a ver el mundo y el sufrimiento desde Su perspectiva, no desde la mía. 

Cada día leo la Biblia para conocer mejor a Dios, me comunico con Él en oración, pero no oraciones aprendidas, sino que le hablo desde el fondo de mi corazón y porque  he llegado a amarle  quiero  hacer Su voluntad en mi vida. No se trata de religiones Ana, sino de vivir una relación diaria con Dios.

Ana se quedó mirando a su amiga era la primera vez que veía a Dios de esta forma, no como un receptor de ritos, sino alguien vivo que quiere tener una relación con ella.

Es un desafío para cada uno de nosotros, si tienes una religión solamente, ¿por qué no das un paso adelante y le pides a Dios tener una relación con Él?



 

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